Pages

28 de abril de 2015

Y tú vuelo, ¿Cuándo se estrellará?


Foto CNN

Ojalá  todos pudieran ver, oír  y aprender de  la experiencia vivida por  Ric Elías en la que brinda un  tremendo mensaje, cuando describe lo que pasó  por su mente en los minutos previos al acuatizaje del vuelo 1529 de US Airways en el río Hudson de Manhattan Nueva York, en enero del 2011, cuando entendió perdería la vida, la que salvó la actuación magistral del Capitán C. Sullenberger. Ric Elías  fue uno de las 155 personas a bordo  del A320 que debió acuatizar  en el rio Hudson de Nueva York,  luego que la aeronave perdió  sus dos motores, cuando  patos silvestres penetraron  en las turbinas del avión,  ocasionando que estas se apagaran.  A partir de su experiencia personal, Ric Elías nos da tres lecciones fundamentales aprendidas según el avión descendía hacia el río. Esta son “Todo termina en un intente”, “Eliminemos las energías negativas de nuestras vidas” y “Encuentre su objetivo vital”  debido a que en realidad, nunca  sabemos cuándo se estrellará nuestro avión. Reproduzca....




Precisamente, en una publicación  del 05 de enero del presente año, había relatado una experiencia vivida por mí, muy  parecida a la de Ric Elías en la que sentí la posibilidad real de que mi avión se estrellara. El evento lo viví en la cabina de un Boing B-747 de Dominicana de Aviación, cuando al  aparato perdió dos motores en el área central del Océano Atlántico. En la ocasión completábamos el vuelo DOA-202, Milán Italia/Santo Domingo. Ric Elías pudo  escuchar el ruido irregular de las turbinas, cuando estas funcionaban  con objetos extraños en su interior y luego el silencio, cuando se apagaron. 

En mi caso, sé que escuché  una especie de sórdida  explosión,  seguida por el efecto de la fuerte  inercia, cuando el avión perdió velocidad y comenzó un descenso acelerado desde 38,500 pies dirección al  océano, con efecto de cero gravedades.  Durante los  más de cuarenta minutos  de la emergencia,  miles de cosas pasaron por mi mente. Lo primero fue la negación del problema y seguido  la pregunta  ¿Que hago yo  en este avión?. La repuesta llegó  rápido al entender la realidad de que ahí estaba y que mi destino estaba irremisiblemente  ligado a la surte del avión y  al  de los 438, pasajeros y tripulantes  a bordo, no había dónde ir.

Como tripulante del vuelo, sentí el deber de servir en  algo, por lo que solicité salir de la cabina para buscar y traer a un mecánico del jumbo  que estaba a bordo del avión. Tan pronto abrí la puerta de la cabina, la esposa del ingeniero de vuelo, que estaba sentada en el primer asiento de la cubierta superior del Jumbo,  me solició le dijera a su esposo que quería ver el aterrizaje, pensaba que ya estábamos próximo a Santo Domingo. Le respondí que se lo diría, pero le dije que permaneciera en su asiento y se abrochara el cinturón.

Acto seguido, un sobrecargo me preguntó  ¿Qué estaba  pasando?. Me dijo que había sentido una  especie de explosión y un descenso muy pronunciado, también me informó  que notó flamas saliendo de un motor y además, que la situación  había puesto muy nerviosos a  los pasajeros. No le respondí que informar sobre el asunto era un asunto de la tripulación de mando, solo le dije que estuviera bien pendiente a los anuncios del Capitán. Entonces le pregunté  ¿Dónde estaba el mecánico?, a lo que me respondió   que estaba en el “galley” principal en la barriga del B-747.

Cuando regresé  a la cabina de mando con Marino Guzmán, el mecánico, las cosas habían empeorado y le noté su cara de preocupación cuando escuchó  y vio varias  alarmas activadas, no pronunció  ni una sola palabra. En ese momento la tripulación estaba sometida a un  intenso  estrés,  tratando de completar el procedimiento “ in flight start”, (reencender los motores en vuelo).  Para entonces,  a la altitud que había descendido el del avión se podían notar  claramente las negras  siluetas del oleaje del Atlántico Norte. 

En ese momento  no me quedó otra  ajustarme firmemente  los cinturones de cintura y hombros del   “Jump seat” e invité  al mecánico que hiciera lo mismo  en el  Jump seat, que ocupó. Ya sentado y asegurado, Marino Guzmán  me hizo una señal con una de sus manos  para que acercara mi oído y, discretamente me hizo la siguiente pregunta ¿Tu cree que nos salvamos?. No di respuesta alguna, pero, a partir de ese momento,  una serie de pensamientos se apoderaron  de mi mente. Igual que Ric Elías pensé  en mi familia,  pensé en mis hijos y esposa.

Me llenó  de incertidumbre lo que podría  pasar con todos  ellos en mi ausencia definitiva. Para entonces mis hijos estaban muy pequeños. Además me encomendé a Dios, imagine que todo había terminado. Como despachador del vuelo y controlador de experiencia,  tenía plena conciencia  de las pocas posibilidades de que pudiéramos alcanzar el punto más cercano, donde habíamos sido autorizados por los controladores de Nueva York Oceánico que era San Juan Puerto Rico, que a la velocidad de dos motores se tomaría una eternidad.

Me preocupó lo profundo del Atlántico en una zona donde  las profundidades son del orden de entre los diez y doce kilómetros aguas abajo, por lo  que entendí  jamás  nuestros cuerpos serian recuperados.   El estrés de la cabina se fue tan lejos que en medio de la emergencia el copiloto debió asumir el comando del vuelo,  para  solucionar  de la emergencia, lo que logró  luego de 45 largos minutos de agonía a bordo.

La charla reflexión  de Ric Elías, cuyo título es ¿Cuándo se estrellará  tú  vuelo? es una tremenda lección  sobre lo importante de practicar y disfrutar  los verdaderos  valores  que por lo general  siempre se  encuentran muy cerca de nosotros, pero que  en la mayoría de los casos no los notamos.   

No hay comentarios: